Educar la mente sin educar el corazón no es educar en absoluto.
Pareciera que las convicciones y nuestra formación moral no pudieran llevarse de la mano con cada una de nuestras realidades, eso nos lleva a sentirnos en dos mundos muy distintos, que pareciera, nunca podrán encontrarse en uno solo. En otras palabras el tener ideales no basta para vivir porque de una u otra manera cada quien es capaz de traicionarse a sí mismo.